De andar por casa:
¿Cuántas veces has oído o, tal vez has
pronunciado esta frase: “Dios no se queda con nada de nadie, a cada uno lo pone
en su sitio y le da su merecido” y pensamos de esta manera convencidos de que
Dios premia a los buenos y castiga a los malos, tal como nos lo decía el
catecismo que nos enseñaron nuestras abuelas.
EVANGELIO
✠ Lectura del santo Evangelio
según san Lucas. Lc 13, 1-9
Si no os convertís, todos pereceréis de la
misma manera
EN aquel tiempo se presentaron algunos a
contar a Jesús lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de
los sacrificios que ofrecían.
Jesús respondió:
«Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos porque han
padecido todo esto? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo
mismo. O aquellos dieciocho sobre los que cayó la torre en Siloé y los mató,
¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo
que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera».
Y les dijo esta parábola:
«Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no
lo encontró.
Dijo entonces al viñador:
“Ya ves, tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo
encuentro. Córtala. ¿Para qué va a perjudicar el terreno?”.
Pero el viñador respondió:
“Señor, déjala todavía este año y mientras tanto yo cavaré alrededor y le
echaré estiércol, a ver si da fruto en adelante. Si no, la puedes cortar”».
Palabra del Señor.
Puede parecer que utilizamos la
palabra de Dios para contradecir el catecismo y no es así, como tampoco es así
al pie de la letra lo que afirmamos, pues leído de esa manera, vemos que
estamos en el mismo contexto que estaban los judíos del tiempo de Jesús quienes
sostenían, en contra de Jesús, el ojo por ojo y diente por diente, cosa que
nosotros tampoco logramos desechar.
Jesús quiere dejar bien claro a los
apóstoles que Dios es AMOR y no puede guardar rencor, ni está esperando nuestra
equivocación para darnos el golpe y castigarnos, sino que lo que espera siempre
es que nos demos cuenta de nuestro error para rectificar y evitar el desastre.
Dios no nos castiga, sino que
recibimos el resultado de nuestra decisión de no hacerle caso y obstinarnos en
nuestra error; Él está siempre a nuestro lado para ayudarnos a rectificar y no
para darnos el golpe cuando nos equivocamos, incluso para ayudarnos a aguantar
el golpe cuando nos lo damos, si es que no hemos querido evitarlo: “si no os convertís, todos pereceréis lo mismo”.
Y es que no
queremos aceptar que AMAR no es dar resueltos todos los problemas, sino invitar
a que cada uno se convierta en solución del problema ayudándole para que lo
sea, pero no evitándole que se implique en la solución. Esto tiene una
traducción actualísima en el sistema educativo que hemos montado.
Dios no nos
sustituye en aquello que debemos hacer, cosa que nosotros no queremos aprender
en nuestro sistema educativo y damos hecho lo que deben aprender nuestros niños
y jóvenes,