De andar por casa:
Con frecuencia andamos metidos en
nuestros problemas y en nuestros proyectos, de tal manera que, no prestamos
atención a lo que ocurre a nuestro alrededor y, eso nos imposibilita para ver
el futuro, ya que cada uno tenemos nuestra idea particular de lo que debe
acontecer.
EVANGELIO
✠ Lectura del santo Evangelio
según san Lucas. Lc 9, 28b-36
Mientras oraba, el aspecto de su rostro
cambió
EN aquel tiempo, tomó Jesús a Pedro, a Juan
y a Santiago y subió a lo alto del monte para orar. Y, mientras oraba, el
aspecto de su rostro cambió y sus vestidos brillaban de resplandor.
De repente, dos hombres
conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban
de su éxodo, que él iba a consumar en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros se
caían de sueño, pero se espabilaron y vieron su gloria y a los dos hombres que
estaban con él.
Mientras estos se alejaban de
él, dijo Pedro a Jesús:
«Maestro, ¡qué bueno
es que estemos aquí! Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra
para Elías».
No sabía lo que decía.
Todavía estaba diciendo esto,
cuando llegó una nube que los cubrió con su sombra. Se llenaron de temor al
entrar en la nube.
Y una voz desde la nube decía:
«Este es mi Hijo, el Elegido,
escuchadlo».
Después de oírse la voz, se
encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por aquellos días, no contaron
a nadie nada de lo que habían visto.
Palabra del Señor.
Todo lo que se ha venido haciendo
durante tantos siglos, guiado por la ley (Moisés) y por la orientación de los
profetas (Elías), está llamado a superarse definitivamente con Jesús que abre
una nueva etapa, en la que Él es el Pastor, el Guía, el Camino que lleva a la
resurrección, que será el cumplimiento de todo lo que se ha dicho.
Sin embargo, los apóstoles están
completamente en otra onda, perdidos en otros intereses; ni siquiera entienden que lo que están
contemplando es el fruto de la muerte que Jesús les viene anunciando; ellos
quieren unir su proyecto al triunfo de Jesús y a su gloria: “hagamos tres tiendas y quedémonos aquí”.
El problema que nos ataca
constantemente es el de querer gozar de la gloria, del triunfo, pero sin pasar
por el calvario, eso sería precioso.
Dice expresamente el evangelio “Que
no sabían lo que decían”.