A modo de marco de inicio de la Cuaresma, os dejamos aquí la reflexión de nuestro párroco Melitón sobre este período. Se trata de la editorial de La Cabria de esta semana, pero hemos pensado que bien valía destacarla en este lugar más visible.

LAS CUARESMAS DE LA VIDA

El miércoles pasado comenzamos este nuevo recorrido que es la CUARESMA, un tiempo adecuado y conveniente que nos prepara para el gran acontecimiento de la PASCUA.

La vida está llena de constantes “Cuaresmas”: tiempos que nos van preparando para vivir otras etapas importantes, que no sería posible hacerlo si es que no tuviéramos ese tiempo de preparación.

Lógicamente, mientras nos preparamos, no podemos quedarnos con los brazos cruzados, esperando que las cosas se hagan por si solas, sino que supone el meterse a fondo, el centrar la atención en lo que queremos y el imponerse una disciplina seria que nos ayude a prepararlo todo y, sobre todo, que nos ponga a nosotros en la onda de lo que queremos.

Por eso decimos siempre que la CUARESMA es tiempo de sacrificio, tiempo de conversión y de penitencia… pero esto no significa que hemos de machacar nuestro cuerpo, porque sea bueno el que sufra y el que lo pase mal, sino porque no nos podemos quedar con los brazos cruzados, haciendo aquello que nos gusta y evitando todo esfuerzo y sacrificio, porque esa actitud no nos lleva a ningún sitio. El que quiere orientar su vida y tener los medios necesarios para enfrentarla, se ha de dedicar a fondo a prepararse con estudio, con entrenamientos, con disciplina, con entusiasmo y decididos a renovarse y estar abiertos a todo lo que venga, sea bueno o malo. Esto supone una actitud clarísima de conversión, de cambio de actitudes negativas a una actitud positiva frente a la vida.

En nuestro plan de pastoral diocesano se ha puesto como objetivo la inserción de los laicos dentro de la iglesia; desde esa perspectiva yo leo esta especie de “Cuaresma” (los cuatro meses que llevamos) en nuestra parroquia de S. José en los que nos hemos visto metidos todos, arrimando cada uno el hombro, para sacar adelante todo lo que nos hemos propuesto, sin tenerle miedo a todas las cosas que se nos han venido presentando. Creo que ha sido un ejercicio precioso de preparación, de entrenamiento, que nos viene demostrando que somos capaces de hacer un montón de cosas y lo más importante, que estamos capacitados para coger las riendas y caminar todos juntos; que nadie es imprescindible, pero que todos nos necesitamos a todos, que nadie sobra y que todos necesitamos que esté siempre vivo y activo el puesto del otro.

La PASCUA es un camino, una constante “reconversión” que pasando por la CRUZ nos lleva irremediablemente a la RESURRECCIÓN.