Ante la huelga del próximo 29 de septiembre, es lógico que todos nosotros nos estemos planteando qué hacer.
En este sentido, queremos aclarar que la Iglesia no tiene una postura predeterminada ni a favor ni en contra, sino que propone que cada uno de nosotros actúe en conciencia.
La huelga, según la doctrina de la Iglesia es “moralmente legítima cuando constituye un recurso inevitable, si no necesario, para obtener un beneficio proporcionado. Resulta moralmente inaceptable cuando va acompañada de violencias o también cuando se lleva a cabo en función de objetivos no directamente vinculados con las condiciones del trabajo o contrarios al bien común” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2435).
El problema en esta decisión es que muchas veces tomamos posturas que provienen más de las ideologías de partidos, tertulianos o medios de comunicación, que frecuentemente se quedan en buenos titulares, pero no siempre nos lo planteamos desde una lectura creyente: puede ser un criterio evangélico ("¿cómo se tiene en cuenta la opción por los pobres?"), un criterio antropológico ("¿qué concepción de persona está en la base de la huelga?" o una visión desde la Doctrina Social de la Iglesia ("¿qué criterios ha marcado ya el magisterio de la Iglesia?".
Algunos movimientos de la Iglesia, como HOAC o la Pastoral Obrera de algunas diócesis, han hecho esa reflexión y han decidido apoyar la huelga. Otros creyentes podrían decidir no hacerlo. Nosotros creemos que ambas decisiones deben ser respetadas con absoluto celo.
Insistimos en que no debe ser el poder mediático, los intereses de un grupo o de un partido los que determinen nuestra decisión, sino una reflexión seria, serena, honrada y consciente, de los principios que hemos expuesto, la que nos empuje a tomar una postura de abstención o participación.