Ya sabeis que un grupillo de gente de la Parroquia estamos apoyando a nuestros amigos Antonio y Ana, del Hogar de Belén, en Ecuador. Hoy queremos compartir con vosotros esta última carta que nos han enviado. Clicad arriba, en el título de la entrada y ¡disfrutadla!...
“POR SUS OBRAS LOS CONOCEREIS”
Hoy no voy a hablarles de nuestros niños, ni de sus maltratos, ni tampoco de las situaciones extremas en que viven sus familias y que desgarran sus pequeñas vidas. Hoy queremos compartir la entrega silenciosa, las malas noches, el servicio verdadero, el dar a cambio de nada, el estar siempre junto a los más indefensos. Sí, les queremos hablar de nuestros compañeros de camino, nuestro equipo, nuestra gran familia.
Son un grupo humano irrepetible, generoso, comprometido, sincero. Cada uno desde su tarea busca servir a nuestros niños y niñas con verdadero sacrificio y amor. Son nuestros trabajadores (cocinera, educadores, lavandera, limpiadora, nuestro Cacaroto, chico para todo, las psicólogas, la trabajadora social, las contadoras, los abogados,…), pero no piensen que su entrega es por un sueldo mensual, estarían muy equivocados, no es el dinero quien los mueve, ni quien les hace llegar temprano al trabajo e irse una hora después de su horario. Es algo mucho más profundo y que la sociedad del bienestar cada día comprende menos. Ellos llevan siete meses sin cobrar el sueldo que les corresponde, ¡no tenemos de donde pagarles!, pero cada uno y cada una tiene claro que es lo primero: “que a nuestros niños y niñas, que la vida les ha negado una familia y un hogar estable, no les falte una alimentación digna, la atención médica y sanitaria, el cariño y el amor”.
No se han puesto de huelga, ni han hecho movilizaciones, no se niegan a seguir trabajando ni hay desgana en su entrega y no, no son locos, son personas convencidas de que en cada uno de estos niños y niñas está encarnado Dios, necesitando de su atención, cariño y comprensión.
Para colmo de males cada dos meses hay que hacer días extras de trabajo voluntario, pues tenemos la matanza de los puercos (para que haya carne fresca en el hogar), un día entero de trabajo, cansado, desde las seis de la mañana hasta la noche faenando los animales, haciendo morcillas, lavando las tripas, picando manteca, pelando y despresando, un día que no está en los horarios, que se acuerda dialogando con la mayoría y al que se invita a participar a toda nuestra gran familia. Parecerá un cuento, pero no, además es un día bonito donde compartimos, reímos, nos damos bromas, y disfrutamos sirviendo a cada uno de estos pequeños que en los siguientes meses se alimentará gracias a nuestro sacrificio.
Otro día se queda para hacer limpieza a fondo en cada una de las áreas,. No hay de donde pagar, pero sabemos que debe ser esfuerzo de todos que los dormitorios, la cocina, el comedor, los baños,… cada pequeño espacio del hogar esté y sea digno.. Y ahí están uno tras otro, con sus sonrisas y bromas, dejando a un lado sus dolencias, sus problemas familiares, su pobreza y necesidad personal, para dar lo que tienen y lo que son al servicio de nuestros niños y niñas.
Son iglesia y testimonio vivo, son los que de verdad lavan los pies al prójimo, y no sólo los pies, sino la nalga y lo que se necesite. No son sermones ni palabras vanas, ni celebraciones pomposas y rimbombantes, son ejemplos de servicio, de entrega silenciosa, son pobres y necesitados económicamente, pero tienen la riqueza del Amor, del servir, del creer, del compartir, de valorar lo pequeño, lo sencillo, y como pago llevan sólo las sonrisas y abrazos de nuestros niños y niñas, si, de nuestro buen Padre Dios hecho niño.
No gastan en carteles, en trípticos hermosos, ni en cenas sociales para darse a conocer, no son famosos y casi nadie se fija en ellos, pero son el verdadero Hogar de Belén. Creo que decía el evangelio algo así como: “por sus obras los conoceréis” y ellos, cada uno y cada una, día tras día dan catequesis de vida con sus obras, su paciencia, su escucha, su entrega, su cariño, sus sacrificios y su Fe. Es así como viven su trabajo y es así como deberíamos ser cada uno de los que nos decimos iglesia. Son ellos los que cada día nos hacen encontrar a Dios en sus ejemplos y testimonios diarios. ¡Gracias y que Dios siempre los bendiga!