Comenzamos con la hermana Carmen Cerecera (†)
que inició el coro “a capela”; continuamos con la hermana Inma Virseda, que introdujo
instrumentos y le dio un espíritu de cercanía, apertura y servicio que aún conservamos;
seguimos con la hermana Belén Raigal, que nos contagió su amor a la música católica, la
renovación, la búsqueda de cantos actuales adecuados a la liturgia e hizo nuestro
coro inclusivo, donde nuestra Inma tuviese un lugar. Continuamos con Antonio Sáez (†)autor
inicial de nuestro cancionero, cogió el testigo de las hermanas y mantuvo el coro
en su esencia pero con un soplo de juventud, constancia y buen hacer hasta que
estuvimos preparados y con la fuerza del Espíritu Santo pudimos “volar solos”.
Gracias infinitas a Dios por nuestras queridos Antonio(†), Maruja (†) y
Esperanza (†), por formar
parte de ese núcleo de incondicionales incluso en las tormentas.
Gracias a
Dios por este coro actual, numeroso y renovado, después de una larga travesía
por el desierto. Gracias al grupo de hermanos “fundadores” incombustibles,
constantes, perseverantes a pesar de las dificultades.
Gracias a
nuestros párrocos Antonio Huarte, Melitón Bruque y Carmelo Lara por apoyarnos, animarnos y
mimarnos siempre.
Por
último, gracias a nuestra querida comunidad que siempre nos alienta y acompaña.
A pesar de nuestra sencillez y limitaciones, nos sentimos instrumentos de Dios,
estamos a su servicio y de nuestros hermanos.